lunes, 10 de septiembre de 2007

CRONICA DE BUENOS AIRES

Buenos Aires por Benito Quinquela Martín

I

Liviana como pocas esta ciudad “que se pierde en la llanura”. Abundante en árboles y parques. Los porteños, me parece, levantan más la voz en el extranjero. O quizás es que ahora lo hablan todo por teléfono, como casi todo el mundo.

Conocer una ciudad es caminar sus calles, comprar cigarros en la esquina, cruzarse con sus bellas muchachas, en fin, vivir, respirar de su atmósfera, aunque sólo sea por unos pocos días.

Curiosamente he venido a Buenos Aires a visitar a uno de los 200 mil peruanos que viven en esta ciudad, mi propia hija que estudia aquí fotografía. Pero además esta vez vengo invitado a hablar sobre el Perú. Me ha invitado a dar dos conferencias un joven amigo, Pedro Favarón; él editó en Lima hasta hace poco una revista notable, quizás lo único que ha habido de pensamiento político en el Perú últimamente: Distancia Crítica.

¿Cuántos habitantes tiene Buenos Aires? Lo supe después, porque al amigo porteño que le pregunté me dijo que estaba en el rango entre los 8 y los 14 millones. No sabía nada, pero no dejó de aventurar hipótesis. Claro, antes me había confesado que estaba en pie gracias al clorhidrato y a su psiquiatra. ¡Ah Buenos Aires!, tan judía, tan psicoanalizada. Ahí pasa un rabino de tonguito negro. La inmigración fue contundente. Todos son blancos; los demás son peruanos o bolivianos, o gentes del interior que a veces se parecen a los peruanos: cholos, en suma.

La amplia mayoría en Buenos Aires procede de la inmigración: italianos, gallegos, alemanes, judíos. Uno se pasea por Buenos Aires y recuerda París o Madrid. Hasta los árboles son europeos, “plátanos” europeos, un árbol alto y de tallo claro que nada tiene que veer con el banano. A la sombra de un plátano transcurre el diálogo Fedro de Platón.

Ciudad europea, también por la cantidad de viejos que pasean por sus calles.

En Buenos Aires no hay casinos, lo cual podría hacer reflexionar a nuestros alcaldes o presidentes. No, los casinos no son parte del paisaje natural y son espiritualmente perniciosos. No, aquí no hay casinos donde apostar; pero en cada esquina hay un café donde sentarse a conversar; para los fumadores hay mesas en las aceras.

Ciudad medianamente civilizada, como cualquiera de las del primer mundo: los semáforos se respetan y un peatón o un ciclista puede andar sin sobresaltos. Cuando alguien toca claxón es casi seguro que es peruano.

Ciudad amable. Sabina dice que es una de sus fantasías sexuales. Se podría vivir en Buenos Aires, cosa que no diría yo de Lima.

Buenos Aires está llena de parques. En ellos se trasunta el amor por los árboles, nunca mutilados como están en Lima y en casi todas las ciudades del Perú.

Los porteños pasean por sus parques. Van con sus perros, convenientemente encadenados, porque los parques están llenos de gatos, miles de gatos. Una curiosa institución son estos muchachos que se ganan la vida sacando a pasear perros, a veces hasta 20 perros. Muchos de estos departamentos de clase media albergan bellísimos perros. Para mí es buena señal; el amor por los perros es también amor por la vida.

La luz de Buenos Aires merece que hablemos especialmente de ella. Hasta los días nublados son luminosos. El sol sorprende con frecuencia incluso en estos días de invierno.

II

Para el que regresa a Lima, lo primero que llama la atención es los casinos. En Buenos Aires no los hay, nada, ni uno. El viandante repara en los muchos parques, los cafés en cada esquina, los teatros, las librerías, lencerías, zapaterías, etc, etc. Pero no hay casinos, manan kanchu, ya lo dijimos pero vale la repetición. No es verdad que el liberalismo económico exija libertad para hacer casinos. Las funciones de educación y salud pública que son propias de cualquier estado civilizado señalan a prohibirlos.

III

Algo indica el que la bandera de la Argentina refleje cielo y nubes, celeste y blanco y al centro un sol radiante. Uno puede pensar en la juventud de ese pueblo hecho principalmente de inmigrantes europeos; como los Estados Unidos que también tiene una bandera festiva con estrellitas. Pueblos juveniles en ambos casos.

La bandera peruana, en cambio, es roja y blanca, de opuestos y conflicto. Se nos dice además que el rojo es la sangre de nuestros héroes; y el blanco la pureza de nuestros santos. Sangre y pureza: no necesitamos ningún instinto psicoanalítico para sospechar que aquí hay conflicto. Y en efecto, el Perú sigue siendo esta patria de ignorantes tan propensos a la sangre como a esa extraña pureza que los machistas exigen sobre todo a las mujeres. El catolicismo está en nuestra bandera, lo raro es que no esté en ella el lastimoso rostro del Señor de los Milagros o el de Luren.

IV

Reanudamos la crónica con los recuerdos que todavía están frescos. Algo de perfectamente natural tiene Buenos Aires por su cielo y por esos mansos brazos de agua del Río de la Plata. Casi todas las calles tienen árboles, muchas veces árboles europeos. Más cerca también de los climas europeos, quizá por eso fue más colonizada, hubo más inmigrantes europeos; y lo obvio: porque queda frente al Atlántico.

Los días se pasan rápido en Buenos Aires. Claro que es también la amable atención de Pedro Favarón que nos alojó en su lujoso departamento de los años 50. Parques y librerías, cafés y botillerías, todo estaba cerca.

Al teatro fuimos una sola vez a ver un drama de Ibsen. Unos mil educados espectadores (no sonó ningún celular) frente a una de esas inmensas preguntas de Ibsen: si no vale la pena luchar por la verdad y la justicia. Pensaba después y comentaba con mis hijos: mil gentes que salen del teatro con un cuestionamiento ético importante, mil gentes pensando. El poder del teatro es a veces mayor que el del cine.

Hay teatro para todos los gustos en Buenos Aires. Y la gente sale, al teatro, a la pizzas y al vino, al excelente y baratísimo vino de Mendoza. Y la gente conversa en los cafés y leen.


V

No es sólo el teatro. Músicos y artistas de Europa llegan a Buenos Aires. Sabina iba a Buenos Aires más que a Lima, hasta que el amor le marcó otros pasos. Grandes artistas exponen en sus galerías. Ciudad europea.

Y los europeos que vinieron en efecto fueron modernos, socialistas, anarquistas, comunistas y troskistas, gentes de esperanzas políticas. Y aquí llegaron los intelectuales exiliados de España: grandes profesores emigraron a la Argentina mientras al Perú se les negaba la entrada.

La violencia política de la Argentina no se explica sin estos intelectuales, lectores y psicoanalistas. Despertaron una reacción que fue violentísima: hasta en Lima, me lo confirmó una amiga, hubo cinco desparecidos. Las clases medias pensantes marcaron el tono de una ciudad de conversadores.


VI

La solidaridad de los fumadores, a veces trae conversaciones interesantes: afuera del restaurant (salíamos por fumar) nos encontramos con este porteño gordo y encendido. Cuando supo que éramos peruanos recordó los mirage de las Malvinas, y que “sabemos que somos aliados”… Muy sentido fue el discurso, y revela algo que está en la conciencia de los argentinos. Quizás tenemos buenas relaciones porque no somos limítrofes.


VII

Hay también la Buenos Aires turística con tango por las calles y casitas de madera pintadas a la antigua con restaurantes para turistas. Las clases de tango están de moda.

Hay muchas ferias tipo “mercado de pulgas” en esta ciudad. Las vejeces que venden superan a las nuestras: arañas, estatuas de bronce o de mármol; mucha cosa europea, algo también de lo gauchesco.


VIII

En suma Buenos Aires es una ciudad civilizada, vivible. Pedro Favarón dijo en su programa de radio que yo había escapado de Lima, de la ciudad y había intentado, con bastante éxito, una vida en el campo, en Ica, en Samaca. Recuerdo haberle replicado que quizás si Lima hubiera sido como Buenos Aires, a lo mejor me hubiera quedado en la ciudad y hubiera sido un profesor universitario toda la vida. Quizás. Lo seguro es que Buenos Aires es una ciudad de otro lote.

Viven en ella doscientos mil peruanos y un millón de bolivianos. Son los “cabecitas negras”. La ciudad hoy tan blanca y europea se amestiza. La próxima generación será más “del color de la cáscara de la papa amarilla”. Ojala que esta irrupción no acabe con una ciudad que en el 2007 sigue siendo la gran ciudad de América hispana, la indiscutida “Atenas de América Latina”.

2 comentarios:

iturburu dijo...

Lei la cronica. Es una ciudad linda y muy "caminable" sobre todo. No mencionaste la cantidad de museos que tiene. Te dejo mi blog, hay unas fotos de lo que estuve pintando por alla en Bs As. www.iturburu-place.blogspot.com.
Saludos

Jose Ignacio

Anónimo dijo...

Me encantó la descripción