jueves, 6 de septiembre de 2007

EDUCACIÓN Y MARGINACION

Samaca es un lugar de aprendizaje, una escuela libre, un lugar de encuentro con la naturaleza
Pareciera que los hombres necesitaran enfrentarse a otros hombres para afirmar su propia identidad. Cuanto más cercano el enemigo, más cruel la lucha. Es lo que mi amigo Javier Montori contaba de la guerra entre Miraflores y Barranco: a la voz de “miraflorinos, go home”… Siempre más fácil de odiar ha sido el que estaba más cerca.

A las clases altas del Perú, blanconas y católicas, y ahora también fujimoristas, les ha sido fácil despreciar al que tenían más cerca y del cual escrupulosamente se han separado: el cholo.

Hace unos días en Buenos Aires, una peruana más blanca que yo, ingenuamente esgrimió la tesis de una carencia neuronal en nuestros cholos: la hoja de coca que chacchan, me dijo. Bastaría ver aquella película “Madeinusa” para tener una versión fuerte de este… punto de vista: los cholos no sólo son borrachos y chacchan coca sino que practican el incesto con sus hijas, son qarqachos. Las estadísticas señalan que hay más padres que violan a sus hijas en los Estados Unidos, pero no, “estos indios cochinos son lo peor, pero si hasta el Inca se metía con sus hermanas”. Estadísticas de incesto en Lima no hay, pero nada nos impide creer que los casos sean en número y horror semejantes a los de la sierra. El abuso homosexual y pedofílico podemos suponer que donde alcanza sus puntos máximos es en las instituciones homofílicas: la iglesia y el ejército.

Nuestro más celebre escritor, Mario Vargas Llosa, no escapa a esta tentación, especialmente en Lituma en los Andes. Le sale muy natural a Vargas Llosa hablar de “los serranos de mierda”. Esa novela es un monumento a los prejuicios de quien se siente costeño (sin serlo) contra los indios y serranos.

Me declaro admirador de Vargas Llosa y creo que sería justo que le den el Premio Nóbel, pero tampoco podemos dejar de ver en él los prejuicios de clase que se le han ido afianzando de triunfo en triunfo.

Hasta aquí aparentemente no he dicho nada acerca de la educación. Pero es que el tema de fondo es el encuentro de culturas que en el Perú se ha dado muy deficientemente.

Mientras sigamos esgrimiendo, aunque fuera en silencio, el argumento racista de un problema neuronal en nuestro pueblo; y mientras olvidemos que su sujeción y su miseria se deben precisamente a una burguesía irresponsable que teóricamente aceptó la humanidad del indio (para gloria de Salamanca y de España) pero en la práctica lo consideró inferior y en verdad un intocable, indio, cholo, pongo, yanacuna. No veo por qué nos podemos sorprender en el Perú de la estructura de castas en la India: lo nuestro es similar pero sin una tradición viva que lo sustente.

Lo que ha regido no sólo la educación sino la vida social en su conjunto ha sido el racismo: la dominación de lo occidental sobre lo indígena, ciertamente violando una humanidad que era extraña. La conquista y peor aún la catequesis y la extirpación de las idolatrías significaron la opresión y la violación de pueblos agrícolas y pacíficos. Esa fue la enseñanza de la iglesia: miedo, pecado, culpa. En la plaza de la inquisición se quemaron rumas de mantos Ichma, Paracas, Nazca, Chancay. Se trataba de acabar con los viejos dioses e imponer insolentemente a vírgenes y crucificados como único mito aceptable. Eso fue la educación durante 300 años por lo menos: adoctrinamiento cristiano.

No cambió gran cosa con el estado independiente. La iglesia siguió marcando el ritmo y el contenido no sólo de la educación sino también de las leyes. Los abogados debieran escribir delante de sus placas: “práctica sacramentos”; así dice veraz e indignado don Manuel Gonzalez Prada.

De la falsedad y el desconcierto de la vida social, regida en su médula por el racismo surge nuestra dificultad para ser un pueblo civilizado (recuérdese que las únicas propagandas en la TV peruana donde aparecen cholos son las de la Comisión de la Verdad); nadie quiere ser indio ni cholo. De todo este desconcierto no podía salir sino la peor y más ineficiente educación de América.

Nuestro punto de vista no es el de un indigenismo ni menos nacionalismo. El pasado queda ahí, instructivo: no cabe restaurar el Imperio Incaico, entre otras cosas porque fue un imperio sui generis basado en gran medida en extrañas reciprocidades y sistemas de regalo mutuo. No se trata tampoco de defender lo folklórico. La actual circunstancia planetaria reclama que seamos a cabalidad parte del mundo, pero reclama ante todo que seamos, que recordemos que “el Perú tiene un alma que salvar”, es decir que el Perú tiene una voz propia en la lengua quechua y en su fina percepción de los dioses del campo y del mar. En la actual vuelta a la naturaleza, en el interés por la ecología, cualquier campesino del Perú es más que cualquier sofisticado catedrático.

En quechua se le habla a la tierra, al sol y a la luna, al agua, al árbol y a la piedra y al cerro, y… el hombre y la mujer son la palabra y la voz cantante de esa misma tierra, la Pachamama.

Pero insisto: si bien es importante que llevemos las cosas bellas del Perú a la aldea global, también es importante reconocer que hoy estamos en ella, y que la especie humana hoy debe entenderse en su conjunto. De lo contrario estaremos perdiendo una nueva oportunidad de llegar al hombre superior.

El zafarrancho actual de la educación del Perú es tan evidente que basta colgar a secar unos cuantos trapos sucios: SUTEP, APRA, Ministerio de Educación, el dictamen de la UNESCO, Sodalitium, Opus dei, 90 falsas universidades, 5 mil academias pre-universitarias, 50 mil casinos en todos los pueblos del Perú, la televisión, más de mil nuevas iglesias (sólo católicas) construidas en los últimos 50 años, una sola biblioteca construida en ese mismo lapso, el Plan Huascarán, la modernización educativa… Repongámonos respirando.

No se ha hecho nada por la educación en el Perú. Teníamos que haber hecho bibliotecas, espacios públicos para la cultura y la libertad, lugares para la información, la lectura, el diálogo entre gentes libres. Teníamos que haber preparado a nuestros maestros, becarlos para que estudien y viajen…

Antier mencioné a Martín Adán en mi alocución. Hoy quiero citarlo más en extenso:

“… es con espanto como llego a la conclusión de que la Conquista no ha acabado. Con incertidumbre, concluyo diciendo que espero que la nueva Conquista sea más sinceramente humana, sagaz, efectiva, de cruzada pacífica, de ilustración generosa, porque no sea bárbara venganza la profunda integración y figuración del Perú definitivo”.

M. A. De lo Barroco en el Perú.


La conquista que fue violación, o sea el encuentro de occidente con los pueblos de América, esa brutal violación, quizás la peor tragedia cultural de la humanidad, debe enmendarse.

No se trata de hacerle ningún favor al hombre del ande y de la costa del Perú; no es hacer beneficencia con unos cholos neuronalmente deficientes. No, se trata de una “ilustración generosa”, en suma se trata de educación; necesitamos educar a nuestros pueblos, informarlos, sacarlos de supersticiones, señalar para ellos lo grande y bello de su propia tradición y de todas las tradiciones. Es lo que intentó Don Abraham Valdelomar entre 1917 y 1918 en diversos pueblos del Perú: una cruzada cultural.

Quizás la educación del Perú puede convertir una violación en una conquista.

¿Qué es lo que necesitamos? Muchas cosas. Pero la condición sine qua non es que se invierta dinero en la educación. Aunque no sólo se requiere dinero es evidente, que sin presupuesto no se gana ninguna guerra. Nunca se ha gastado en la educación del Perú suficiente dinero.

Buenos Aires, Julio 2007.

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