lunes, 10 de septiembre de 2007

CRONICA DE BUENOS AIRES

Buenos Aires por Benito Quinquela Martín

I

Liviana como pocas esta ciudad “que se pierde en la llanura”. Abundante en árboles y parques. Los porteños, me parece, levantan más la voz en el extranjero. O quizás es que ahora lo hablan todo por teléfono, como casi todo el mundo.

Conocer una ciudad es caminar sus calles, comprar cigarros en la esquina, cruzarse con sus bellas muchachas, en fin, vivir, respirar de su atmósfera, aunque sólo sea por unos pocos días.

Curiosamente he venido a Buenos Aires a visitar a uno de los 200 mil peruanos que viven en esta ciudad, mi propia hija que estudia aquí fotografía. Pero además esta vez vengo invitado a hablar sobre el Perú. Me ha invitado a dar dos conferencias un joven amigo, Pedro Favarón; él editó en Lima hasta hace poco una revista notable, quizás lo único que ha habido de pensamiento político en el Perú últimamente: Distancia Crítica.

¿Cuántos habitantes tiene Buenos Aires? Lo supe después, porque al amigo porteño que le pregunté me dijo que estaba en el rango entre los 8 y los 14 millones. No sabía nada, pero no dejó de aventurar hipótesis. Claro, antes me había confesado que estaba en pie gracias al clorhidrato y a su psiquiatra. ¡Ah Buenos Aires!, tan judía, tan psicoanalizada. Ahí pasa un rabino de tonguito negro. La inmigración fue contundente. Todos son blancos; los demás son peruanos o bolivianos, o gentes del interior que a veces se parecen a los peruanos: cholos, en suma.

La amplia mayoría en Buenos Aires procede de la inmigración: italianos, gallegos, alemanes, judíos. Uno se pasea por Buenos Aires y recuerda París o Madrid. Hasta los árboles son europeos, “plátanos” europeos, un árbol alto y de tallo claro que nada tiene que veer con el banano. A la sombra de un plátano transcurre el diálogo Fedro de Platón.

Ciudad europea, también por la cantidad de viejos que pasean por sus calles.

En Buenos Aires no hay casinos, lo cual podría hacer reflexionar a nuestros alcaldes o presidentes. No, los casinos no son parte del paisaje natural y son espiritualmente perniciosos. No, aquí no hay casinos donde apostar; pero en cada esquina hay un café donde sentarse a conversar; para los fumadores hay mesas en las aceras.

Ciudad medianamente civilizada, como cualquiera de las del primer mundo: los semáforos se respetan y un peatón o un ciclista puede andar sin sobresaltos. Cuando alguien toca claxón es casi seguro que es peruano.

Ciudad amable. Sabina dice que es una de sus fantasías sexuales. Se podría vivir en Buenos Aires, cosa que no diría yo de Lima.

Buenos Aires está llena de parques. En ellos se trasunta el amor por los árboles, nunca mutilados como están en Lima y en casi todas las ciudades del Perú.

Los porteños pasean por sus parques. Van con sus perros, convenientemente encadenados, porque los parques están llenos de gatos, miles de gatos. Una curiosa institución son estos muchachos que se ganan la vida sacando a pasear perros, a veces hasta 20 perros. Muchos de estos departamentos de clase media albergan bellísimos perros. Para mí es buena señal; el amor por los perros es también amor por la vida.

La luz de Buenos Aires merece que hablemos especialmente de ella. Hasta los días nublados son luminosos. El sol sorprende con frecuencia incluso en estos días de invierno.

II

Para el que regresa a Lima, lo primero que llama la atención es los casinos. En Buenos Aires no los hay, nada, ni uno. El viandante repara en los muchos parques, los cafés en cada esquina, los teatros, las librerías, lencerías, zapaterías, etc, etc. Pero no hay casinos, manan kanchu, ya lo dijimos pero vale la repetición. No es verdad que el liberalismo económico exija libertad para hacer casinos. Las funciones de educación y salud pública que son propias de cualquier estado civilizado señalan a prohibirlos.

III

Algo indica el que la bandera de la Argentina refleje cielo y nubes, celeste y blanco y al centro un sol radiante. Uno puede pensar en la juventud de ese pueblo hecho principalmente de inmigrantes europeos; como los Estados Unidos que también tiene una bandera festiva con estrellitas. Pueblos juveniles en ambos casos.

La bandera peruana, en cambio, es roja y blanca, de opuestos y conflicto. Se nos dice además que el rojo es la sangre de nuestros héroes; y el blanco la pureza de nuestros santos. Sangre y pureza: no necesitamos ningún instinto psicoanalítico para sospechar que aquí hay conflicto. Y en efecto, el Perú sigue siendo esta patria de ignorantes tan propensos a la sangre como a esa extraña pureza que los machistas exigen sobre todo a las mujeres. El catolicismo está en nuestra bandera, lo raro es que no esté en ella el lastimoso rostro del Señor de los Milagros o el de Luren.

IV

Reanudamos la crónica con los recuerdos que todavía están frescos. Algo de perfectamente natural tiene Buenos Aires por su cielo y por esos mansos brazos de agua del Río de la Plata. Casi todas las calles tienen árboles, muchas veces árboles europeos. Más cerca también de los climas europeos, quizá por eso fue más colonizada, hubo más inmigrantes europeos; y lo obvio: porque queda frente al Atlántico.

Los días se pasan rápido en Buenos Aires. Claro que es también la amable atención de Pedro Favarón que nos alojó en su lujoso departamento de los años 50. Parques y librerías, cafés y botillerías, todo estaba cerca.

Al teatro fuimos una sola vez a ver un drama de Ibsen. Unos mil educados espectadores (no sonó ningún celular) frente a una de esas inmensas preguntas de Ibsen: si no vale la pena luchar por la verdad y la justicia. Pensaba después y comentaba con mis hijos: mil gentes que salen del teatro con un cuestionamiento ético importante, mil gentes pensando. El poder del teatro es a veces mayor que el del cine.

Hay teatro para todos los gustos en Buenos Aires. Y la gente sale, al teatro, a la pizzas y al vino, al excelente y baratísimo vino de Mendoza. Y la gente conversa en los cafés y leen.


V

No es sólo el teatro. Músicos y artistas de Europa llegan a Buenos Aires. Sabina iba a Buenos Aires más que a Lima, hasta que el amor le marcó otros pasos. Grandes artistas exponen en sus galerías. Ciudad europea.

Y los europeos que vinieron en efecto fueron modernos, socialistas, anarquistas, comunistas y troskistas, gentes de esperanzas políticas. Y aquí llegaron los intelectuales exiliados de España: grandes profesores emigraron a la Argentina mientras al Perú se les negaba la entrada.

La violencia política de la Argentina no se explica sin estos intelectuales, lectores y psicoanalistas. Despertaron una reacción que fue violentísima: hasta en Lima, me lo confirmó una amiga, hubo cinco desparecidos. Las clases medias pensantes marcaron el tono de una ciudad de conversadores.


VI

La solidaridad de los fumadores, a veces trae conversaciones interesantes: afuera del restaurant (salíamos por fumar) nos encontramos con este porteño gordo y encendido. Cuando supo que éramos peruanos recordó los mirage de las Malvinas, y que “sabemos que somos aliados”… Muy sentido fue el discurso, y revela algo que está en la conciencia de los argentinos. Quizás tenemos buenas relaciones porque no somos limítrofes.


VII

Hay también la Buenos Aires turística con tango por las calles y casitas de madera pintadas a la antigua con restaurantes para turistas. Las clases de tango están de moda.

Hay muchas ferias tipo “mercado de pulgas” en esta ciudad. Las vejeces que venden superan a las nuestras: arañas, estatuas de bronce o de mármol; mucha cosa europea, algo también de lo gauchesco.


VIII

En suma Buenos Aires es una ciudad civilizada, vivible. Pedro Favarón dijo en su programa de radio que yo había escapado de Lima, de la ciudad y había intentado, con bastante éxito, una vida en el campo, en Ica, en Samaca. Recuerdo haberle replicado que quizás si Lima hubiera sido como Buenos Aires, a lo mejor me hubiera quedado en la ciudad y hubiera sido un profesor universitario toda la vida. Quizás. Lo seguro es que Buenos Aires es una ciudad de otro lote.

Viven en ella doscientos mil peruanos y un millón de bolivianos. Son los “cabecitas negras”. La ciudad hoy tan blanca y europea se amestiza. La próxima generación será más “del color de la cáscara de la papa amarilla”. Ojala que esta irrupción no acabe con una ciudad que en el 2007 sigue siendo la gran ciudad de América hispana, la indiscutida “Atenas de América Latina”.

sábado, 8 de septiembre de 2007

LA BIBLIOTECA DE HUACACHINA

Acuarela de Huacachina de Rodrigo Núnez. En primer plano la biblioteca Abraham Valdelomar
La Biblioteca Abraham Valdelomar de Huacachina cuenta con una colección de aproximadamente 10 mil títulos. La mayor parte de los libros proviene de mi biblioteca personal, lo cual revela mis intereses y predilecciones: una sección muy completa de filosofía, otra muy nutrida de literatura, y una amplia bibliografía iqueña y peruanista. Abundan también títulos de geografía, historia, arqueología, y arte.

Con una hermosa vista a la laguna de Huacachina, el local de la Biblioteca reúne condiciones excepcionales para la reflexión y la lectura. La atención al público -universitarios, escolares, vecinos y viajeros- será reiniciada dentro de poco, luego que se realicen las refacciones tras el último terremoto.

La atención al público, mediante el sistema de estantería abierta, seguirá siendo de 9 de la mañana a 5 de la tarde, siempre a cargo del poeta César Panduro, quien además realiza una estupenda labor de animación cultural. Se trata de fomentar el placer de la lectura y promover también una serie de actividades artísticas como cuentacuentos, exposiciones, música, recitales y charlas.

En la codificación de los libros se ha utilizado el sistema de clasificación decimal Dewey, el mismo que utiliza la Biblioteca Nacional y la mayoría de bibliotecas del país y el extranjero. Por lo tanto, se facilitará el intercambio de información con catálogos de otras instituciones similares. En la catalogación se está utilizando el programa Excel de Windows, programa muy sencillo que no necesita asistencia técnica especializada.

La Biblioteca Abraham Valdelomar llena un vacío inmenso en Ica, al fomentar la lectura, y las actividades culturales. Se trata de convertir Huacachina en un verdadero oasis para la creación, el pensamiento y la cultura.

viernes, 7 de septiembre de 2007

VIDA Y PRODIGIOS DEL PADRE GUATEMALA (fragmento)

Padre Guatemala en el convento de los Descalzos. Autor desconocido

“¡Inventa, inventa,
no te olvides!”
Paco Pérez


1


Las vidas de los santos están repletas de maravillas, casi siempre silenciosas, escondidas, secretas. Como pálido reflejo de los grandes milagros interiores surgen a veces pequeñas taumaturgias aparentemente absurdas y con frecuencia graciosas. Cuentan del padre Guatemala, un santo y viajero empedernido, que a su paso no dejaba huella, porque sus toscas sandalias levitaban sobre el suelo.

Muchos debieron ser testigos de aquel extraño portento, porque fray Ramón Rojas sí que fue un peregrino. Estuvo casi cuatro décadas recorriendo su natal Guatemala, y los siguientes quince años los pasó entre Lima e Ica, haciendo milagros, guiando multitudes y educando a su grey.

Cuentan que después de una azarosa travesía que lo trajo desde Guatemala, desembarcó en el Callao sumamente enfermo, casi moribundo. Corría 1834 y a no ser por una negra gorda y buena que lo atendió, el franciscano hubiera muerto sin cumplir su destino de santidad.

Estuvo varias semanas con unas tercianas y temblazones extrañas. La negra le daba de comer papillas que fray Ramón con frecuencia vomitaba. Dicen incluso que la voluminosa mujer lo envolvía con sus brazos y sus pechos para calentarlo. Y que así lo mantuvo vivo hasta que reaccionó, por milagro, como siempre. Es la vida que se renueva cuando las altas fuerzas así lo determinan.


2


Ahí está la vera efigie del fraile en casa de los Pérez Silva en Ica. El Padre Guatemala era enjuto de rostro, de pequeños pero vivaces ojos negros, de nariz afilada. De complexión delgada, apenas si comía, porque como él decía, el aire lo alimentaba.

Fray Ramón pasó cuatro años entre Lima y el puerto del Callao haciendo obras piadosas, construyendo hospitales, entregado a la meditación en el convento de los Descalzos, pero al cabo decidió marcharse lejos. En aquel entonces Ica quedaba muy distante. Cuatro días por mar si había viento y cuatro o cinco jornadas en cabalgadura. Gente poco benévola afirma que vino a Guatepeor, pero el padre Guatemala nunca lo pensó así. Llegando a Ica se enamoró para siempre de la luz que se derrama sobre este valle. Un entusiasmo extraño tocó su corazón y supo que había llegado a la tierra prometida. Quizá la luminosidad del cielo le recordaba su lejano pueblo maya, o tal vez fray Ramón reconoció en la claridad iqueña el llamado del señor para acometer una obra grande aunque secreta, y más grande aún cuanto más secreta.

jueves, 6 de septiembre de 2007

VIOLENCIA Y AUTORITARISMO

Molino movido por viento en Samaca

Violencia es violación; o mejor, la violación es una de las formas más repugnantes de la violencia, con excepción del homicidio. También hay que decir que la violación no sólo refiere o tiene relación con lo sexual. Violación y violencia tienen un sentido más amplio. Incluso hay formas sutiles de ejercerlas en la educación y en la vida social en general.

Autoritarismo, el otro término del título de esta alocución (título que no elegí) nos habla de un yo, un “sí mismo”, que se impone, con o sin verdadera autoridad. Ambos sustantivos dicen casi lo mismo. El autoritario es por esencia violento y violador.

Pablo Macera, un notable historiador y pensador peruano, insistió hace unos años en la idea de que nuestros países no habían sido conquistados sino violados brutalmente por los Pizarros y Almagros.

“Cabrera y Carvajal fueron mis nombres” dice un verso de Borges en un soneto que precisamente se titula El Conquistador. Pero dejemos a Borges, que es menos conflictivo para nosotros peruanos, que para muchos argentinos. Sin duda hubo épica, por perversa que hoy nos parezca, en aquellos soldados renacentistas que acabaron tan brutalmente con casi todo lo que encontraron en nuestros países.

La referencia de Macera es ciertamente sexual: una cosa es conquistar a una mujer, otra muy diferente es violarla. La conquista esgrime poesía, busca encantar; la violación es todo lo contrario: recurre al puro y bárbaro poder, es la afirmación de un yo que se impone.

La historia del Perú es ciertamente diferente a la de Argentina, puesto que en el país de Borges pesaron más las inmigraciones europeas del siglo XIX. El Perú quedó marcado por la violencia de una violación que se produce en el siglo XVI y que aún define nuestro ser. Aún en el siglo XXI el Perú sigue siendo un país racista, machista y clasista; en el Perú se marcan las diferencias hasta el cansancio; el Perú no ha llegado a ser un país moderno. En casi todos los peruanos se esconde un racista y un enemigo del Perú. Es el Perú contra sí mismo, el que desprecia al indio, a la lengua quechua, a la hoja de coca. El Perú tiene vergüenza de sí mismo y nuestras derrotas futbolísticas no hacen sino perpetuar nuestros complejos.

Lo grave es que tenemos vergüenza de lo que más vale en nosotros, lo que nos da sustancia propia y nos hace una voz importante en América y en el mundo. Es comprensible y casi necesario que un argentino, por lo menos un porteño, sea un europeo. Para un peruano como para un boliviano o un ecuatoriano esto es mucho más difícil. A nosotros sólo nos queda aceptar nuestro mestizaje con orgullo, y eso es precisamente lo que no aceptamos. Para la mayoría de los peruanos Vallejo o Arguedas no existen o existen sólo como una cosa lejana, folklórica. Negamos lo indio y con ello perdemos el alma.

El Perú sigue siendo un país gobernado por gentes que se sienten blancos y sus estructuras de poder, ridículas como son, responden a lo que mande el imperio de turno: seguimos siendo colonia. Todos los gobiernos coloniales son violentos, significan el atropello y la violación de los derechos materiales y espirituales de los conquistados.

Mi argumentación no es “indigenista” como alguno podría creer. Aún siendo peruanos debemos admitir que la aldea global hará del planeta, y hace ya del planeta, una sola unidad. Para muchos peruanos inmigrantes, la Argentina y sobre todo Buenos Aires, significa huir hacia la modernidad, escapar del difícil, folklórico e injusto país llamado el Perú.

Lo contrario de la violencia es la paz de la justicia, la conquista por la palabra. Si la violencia es violación, la paz es diálogo entre hombres libres, y consumación de aquel ideal que expresamos no sin dificultad con la palabra “democracia”.

De la palabra con intensidad espiritual surge la ley justa que cohesiona el sistema social. Cultivar la palabra es lo único que puede hacernos pueblos cultos, capaces de organizar una convivencia justa y pacífica.

Del lado de la violencia están todos los fundamentalismos, todos los dogmatismos, la cruz y la espada, el racismo o el insolente desprecio por todos los pueblos que no sean el occidente europeo.

Paradójicamente la voz más noble de Occidente apunta a la elucidación del logos, al asunto de la palabra. De esta tradición ha surgido por lo tanto el esfuerzo por valorar al otro, a todo lo que no es occidente. Por eso nacieron la Etnología y la Antropología como disciplinas de comprensión de lo que consideramos extraño, de lo insólito. Este es el camino de la paz del futuro. Sí, occidente y la actual globalización tienen una misión aglutinante, que según creo, tendrá que ver con el surgimiento de un hombre superior, lúcido, que acabe para siempre con la guerra y con toda forma de violencia entre los individuos y las sociedades.

La paz de la palabra y la inteligencia mutua son las antípodas de la violencia y de cualquier forma de insolente autoritarismo.

Pero hay que quitarle el grullo a Perogrullo. Nuestro desconcierto es muy grande. “El Perú tiene un alma que salvar” me dice un amigo poeta y uruguayo que vive en Urubamba. Es verdad: tenemos que ser occidentales, (inevitablemente) conquistadores pero la nueva conquista, como dice Martín Adán, tendrá que ser de generosa escucha.

Al violento y al violador nunca le ha interesado el estado del alma del otro. Para quienes pensamos que la educación es lo central, lo esencial es el generoso diálogo: esa es nuestra exigencia. Pero esa exigencia no proviene de un estado, ni de ninguna fuerza exterior, sino es demanda de nuestra libertad.
Una última cosa: somos los intelectuales la gente de la palabra. Por eso quizás el problema central del país es el alejamiento y la frivolidad de nuestros intelectuales. No ha habido en el gremio la fuerza para llegar al pueblo y ni siquiera la generosidad para querer acercarse. Nuestra burguesía en general ha fracasado para amalgamar al Perú; no hemos hecho patria. El terreno quedó libre para la superstición, los casinos y Sendero Luminoso.

EDUCACIÓN Y MARGINACION

Samaca es un lugar de aprendizaje, una escuela libre, un lugar de encuentro con la naturaleza
Pareciera que los hombres necesitaran enfrentarse a otros hombres para afirmar su propia identidad. Cuanto más cercano el enemigo, más cruel la lucha. Es lo que mi amigo Javier Montori contaba de la guerra entre Miraflores y Barranco: a la voz de “miraflorinos, go home”… Siempre más fácil de odiar ha sido el que estaba más cerca.

A las clases altas del Perú, blanconas y católicas, y ahora también fujimoristas, les ha sido fácil despreciar al que tenían más cerca y del cual escrupulosamente se han separado: el cholo.

Hace unos días en Buenos Aires, una peruana más blanca que yo, ingenuamente esgrimió la tesis de una carencia neuronal en nuestros cholos: la hoja de coca que chacchan, me dijo. Bastaría ver aquella película “Madeinusa” para tener una versión fuerte de este… punto de vista: los cholos no sólo son borrachos y chacchan coca sino que practican el incesto con sus hijas, son qarqachos. Las estadísticas señalan que hay más padres que violan a sus hijas en los Estados Unidos, pero no, “estos indios cochinos son lo peor, pero si hasta el Inca se metía con sus hermanas”. Estadísticas de incesto en Lima no hay, pero nada nos impide creer que los casos sean en número y horror semejantes a los de la sierra. El abuso homosexual y pedofílico podemos suponer que donde alcanza sus puntos máximos es en las instituciones homofílicas: la iglesia y el ejército.

Nuestro más celebre escritor, Mario Vargas Llosa, no escapa a esta tentación, especialmente en Lituma en los Andes. Le sale muy natural a Vargas Llosa hablar de “los serranos de mierda”. Esa novela es un monumento a los prejuicios de quien se siente costeño (sin serlo) contra los indios y serranos.

Me declaro admirador de Vargas Llosa y creo que sería justo que le den el Premio Nóbel, pero tampoco podemos dejar de ver en él los prejuicios de clase que se le han ido afianzando de triunfo en triunfo.

Hasta aquí aparentemente no he dicho nada acerca de la educación. Pero es que el tema de fondo es el encuentro de culturas que en el Perú se ha dado muy deficientemente.

Mientras sigamos esgrimiendo, aunque fuera en silencio, el argumento racista de un problema neuronal en nuestro pueblo; y mientras olvidemos que su sujeción y su miseria se deben precisamente a una burguesía irresponsable que teóricamente aceptó la humanidad del indio (para gloria de Salamanca y de España) pero en la práctica lo consideró inferior y en verdad un intocable, indio, cholo, pongo, yanacuna. No veo por qué nos podemos sorprender en el Perú de la estructura de castas en la India: lo nuestro es similar pero sin una tradición viva que lo sustente.

Lo que ha regido no sólo la educación sino la vida social en su conjunto ha sido el racismo: la dominación de lo occidental sobre lo indígena, ciertamente violando una humanidad que era extraña. La conquista y peor aún la catequesis y la extirpación de las idolatrías significaron la opresión y la violación de pueblos agrícolas y pacíficos. Esa fue la enseñanza de la iglesia: miedo, pecado, culpa. En la plaza de la inquisición se quemaron rumas de mantos Ichma, Paracas, Nazca, Chancay. Se trataba de acabar con los viejos dioses e imponer insolentemente a vírgenes y crucificados como único mito aceptable. Eso fue la educación durante 300 años por lo menos: adoctrinamiento cristiano.

No cambió gran cosa con el estado independiente. La iglesia siguió marcando el ritmo y el contenido no sólo de la educación sino también de las leyes. Los abogados debieran escribir delante de sus placas: “práctica sacramentos”; así dice veraz e indignado don Manuel Gonzalez Prada.

De la falsedad y el desconcierto de la vida social, regida en su médula por el racismo surge nuestra dificultad para ser un pueblo civilizado (recuérdese que las únicas propagandas en la TV peruana donde aparecen cholos son las de la Comisión de la Verdad); nadie quiere ser indio ni cholo. De todo este desconcierto no podía salir sino la peor y más ineficiente educación de América.

Nuestro punto de vista no es el de un indigenismo ni menos nacionalismo. El pasado queda ahí, instructivo: no cabe restaurar el Imperio Incaico, entre otras cosas porque fue un imperio sui generis basado en gran medida en extrañas reciprocidades y sistemas de regalo mutuo. No se trata tampoco de defender lo folklórico. La actual circunstancia planetaria reclama que seamos a cabalidad parte del mundo, pero reclama ante todo que seamos, que recordemos que “el Perú tiene un alma que salvar”, es decir que el Perú tiene una voz propia en la lengua quechua y en su fina percepción de los dioses del campo y del mar. En la actual vuelta a la naturaleza, en el interés por la ecología, cualquier campesino del Perú es más que cualquier sofisticado catedrático.

En quechua se le habla a la tierra, al sol y a la luna, al agua, al árbol y a la piedra y al cerro, y… el hombre y la mujer son la palabra y la voz cantante de esa misma tierra, la Pachamama.

Pero insisto: si bien es importante que llevemos las cosas bellas del Perú a la aldea global, también es importante reconocer que hoy estamos en ella, y que la especie humana hoy debe entenderse en su conjunto. De lo contrario estaremos perdiendo una nueva oportunidad de llegar al hombre superior.

El zafarrancho actual de la educación del Perú es tan evidente que basta colgar a secar unos cuantos trapos sucios: SUTEP, APRA, Ministerio de Educación, el dictamen de la UNESCO, Sodalitium, Opus dei, 90 falsas universidades, 5 mil academias pre-universitarias, 50 mil casinos en todos los pueblos del Perú, la televisión, más de mil nuevas iglesias (sólo católicas) construidas en los últimos 50 años, una sola biblioteca construida en ese mismo lapso, el Plan Huascarán, la modernización educativa… Repongámonos respirando.

No se ha hecho nada por la educación en el Perú. Teníamos que haber hecho bibliotecas, espacios públicos para la cultura y la libertad, lugares para la información, la lectura, el diálogo entre gentes libres. Teníamos que haber preparado a nuestros maestros, becarlos para que estudien y viajen…

Antier mencioné a Martín Adán en mi alocución. Hoy quiero citarlo más en extenso:

“… es con espanto como llego a la conclusión de que la Conquista no ha acabado. Con incertidumbre, concluyo diciendo que espero que la nueva Conquista sea más sinceramente humana, sagaz, efectiva, de cruzada pacífica, de ilustración generosa, porque no sea bárbara venganza la profunda integración y figuración del Perú definitivo”.

M. A. De lo Barroco en el Perú.


La conquista que fue violación, o sea el encuentro de occidente con los pueblos de América, esa brutal violación, quizás la peor tragedia cultural de la humanidad, debe enmendarse.

No se trata de hacerle ningún favor al hombre del ande y de la costa del Perú; no es hacer beneficencia con unos cholos neuronalmente deficientes. No, se trata de una “ilustración generosa”, en suma se trata de educación; necesitamos educar a nuestros pueblos, informarlos, sacarlos de supersticiones, señalar para ellos lo grande y bello de su propia tradición y de todas las tradiciones. Es lo que intentó Don Abraham Valdelomar entre 1917 y 1918 en diversos pueblos del Perú: una cruzada cultural.

Quizás la educación del Perú puede convertir una violación en una conquista.

¿Qué es lo que necesitamos? Muchas cosas. Pero la condición sine qua non es que se invierta dinero en la educación. Aunque no sólo se requiere dinero es evidente, que sin presupuesto no se gana ninguna guerra. Nunca se ha gastado en la educación del Perú suficiente dinero.

Buenos Aires, Julio 2007.

Samaca vista por Ricardo Wiesse

Oleo de Ricardo Wiesse.